Existe todavía en nuestra
sociedad, la creencia de que las personas que ingresan a sus familiares mayores
en un centro de día o residencia, lo hacen porque ya no se quieren hacer cargo
de sus familiares y han decidido que se hagan cargo otras persones. Puede haber
casos dónde exista dicha situación, pero reducir todos los casos, a una idea
tan simplista es no ser capaz de entender la diversidad de situaciones que
pueden existir.
Cuando una familia decide
institucionalizar a un ser querido viene motivado por muchas y diversas
situaciones. Algunas de ellas son: falta de red social, enfermedades físicas o
psicológicas, incremento de comportamientos problemáticos como la agresividad,
deambulación o incontinencia, una mala relación con el/la cuidador/a principal,
problemas de salud y sobrecarga de las persones responsables y/o ausencia de adaptaciones
en la vivienda dónde reside el/la familiar cuidado/a, etc…
Es importante entender
que para las familias, dicha situación genera muchos sentimientos ambivalentes,
dónde la tristeza y la culpa tienen papeles protagonistas. Una decisión de tal importancia, la mayoría
de las veces llega por “fuerza mayor” o porque “uno siente que ha llegado al
límite” y es necesario compartir dichos cuidados con instituciones preparadas
para ello. Las residencias o centros de día son un complemento para estas
familias para poder atravesar la situación que están viviendo, en ningún caso,
el centro sustituye a las familias. Como plantea Leturia et al (14), cuando una
persona ingresa en un centro residencial no deja de ser miembro de su familia y
tampoco olvida o deja atrás su vida anterior.
Para los profesionales
del sector, las familias son un pilar fundamental para el bienestar de la
persona mayor. Los familiares, aparte de proporcionar cuidados en el día a día
de la persona, son una fuente de afecto muy importante y un canalizador que les
conecta directamente con su proyecto vital. Por esta razón desde el primer día
las familias forman parte del plan de atención y vida de su familiar y se
inicia el “cuidado colaborativo”, dónde profesionales y familias son compañeros
en el equipo de cuidados de la persona mayor.
Este plan de atención y
vida es un proceso abierto, continuo y participativo. Un instrumento dinámico
dónde el dialogo entre la persona mayor, la familia y los profesionales es la
base de todo. El objetivo es dar continuidad al proyecto de vida de las
personas mayores, que debido a su estado de dependencia, requieren que un
equipo técnico les apoye dentro de un recurso social determinado. En este plan
individualizado, más allá de recoger las dificultades, hay que hacer hincapié
en las capacidades preservadas o las que se pueden llegar a desarrollar.
Ariadna
Navalón
Psicóloga y terapeuta familiar
Centro de día Neuro Amunt