Se acostumbra a hablar mucho de los beneficios de
los centros de día relacionados al tratamiento de rehabilitación física,
cognitivo o incluso de la descarga que supone al cuidador principal, pero no se
acostumbra tanto a habla de la besante socioafectiva y emocional.
Cuando una persona inicia el servicio de
Centro de Día, empieza el establecimiento de una nueva familia. Una nueva
familia, que como la biológica, no se elige, te viene dada. Con la convivencia
diaria comparten espacios, actividades, materiales y crean vínculos, complicidades,
lazos... que se van fortaleciendo día a día. Cada vez que vienen al centro se sientan
con los mismos compañeros con quienes charlan de sus anécdotas de cuando eran
jóvenes, de sus preocupaciones actuales, ríen de las bromas que les hacen las
auxiliares o incluso de cuando a la terapeuta se le estropea el micrófono y
tiene que cantar el bingo a viva voz. También generan nuevos roles en los
cuales ejercitan la empatía y la ayuda mutua, de este modo cuando tienen un
compañero o compañera que de manera autónoma no puede hacer algo, le ayudan y
enseñan a hacerlo o lo hacen por él o ella. Es así como poco a poco se
consolida la nueva familia, una familia que el recién llegado o recién llegada
no ha elegido, pero se la quiere y hace suya.
Como en todas las familias, sufrimos las
pérdidas. Igual que tenemos familiares que marchan por trabajo, por estudios,
cambio de vivienda... es común que los usuarios de nuestros centros nos digan
adiós porque marchen a una residencia; no obstante, lo que es más común es que
rompan nuestros corazones cuando dejan su silla vacía. Esto es lo que pasó hace
unos meses cuando la señora María nos dijo que nos dejaba para ir a una
residencia. Todavía hoy recordamos sus bromas, su voz cantando y sus besos y
abrazos.
Adiós Sra. Maria, te echaremos de menos!
PD:
Estas palabras van dedicadas a todas las señoras María que han pasado por
nuestros centros desde hace más de veinte años que nos dedicamos a cuidar,
acompañar y trabajar junto a las personas mayores. A todas y a cada una de
ellas, gracias por habernos dejado ser familia.