La actitud sedentaria e inactividad a la que
sometemos a nuestro cuerpo en la tercera edad, acaba haciendo mella en nuestra
espalda. Reclinados cómodamente en un sofá y viendo la vida pasar por nuestra
ventana o televisión no hacemos más que invitar a nuestra musculatura a irse de
vacaciones y cuando queramos sacar a nuestro cuerpo del ostracismo echaremos de
menos contar con una espalda medianamente tonificada que nos permita dar algún
apetecible paseo sin riesgo de caída o cansancio excesivo.
Aunque solamos achacar nuestras dificultades a la
hora de andar más o menos erguidos a nuestras piernas, lo cierto es que éstas
no son las únicas responsables, la espalda es muchas veces la clave de una
buena marcha. Una espalda que ha perdido el tono y se va peligrosamente hacia
atrás o hacia delante obliga a las piernas a trabajar en semiflexión y realizar
mucha más fuerza de la que sería necesaria. Por el contrario, una espalda bien
tonificada es capaz de sostener y estirar nuestro cuerpo aliviando así el peso
que recae sobre nuestras piernas y les permite realizar el trabajo encomendado
con mayor facilidad.
Con el fin de mantener nuestra espalda tonificada
propongo, un único ejercicio. Cuando estemos cómodamente sentados frente al
televisor, “repantingados” en el sofá, en el momento que den anuncios
intentemos despegar la espalda del sillón y permanecer tanto tiempo como
podamos erguidos buscando con nuestra mirada un punto situado algo por encima
de la horizontal de nuestros ojos, en una actitud de “firmes” que dirían en el
ejército. Para facilitar el ejercicio intentaremos sentarnos en un sillón en el
que nuestras caderas no queden situadas por debajo de nuestras rodillas, si
esto no fuese posible, deberemos sentarnos en una silla. En esta posición
intentaremos tomar conciencia de nuestra respiración irguiéndonos todo lo que
podamos durante la inspiración y tratando de mantener la posición cuando
expulsemos lenta y progresivamente el aire. Respiraremos de esta manera,
manteniendo la posición de “firmes” en nuestra espalda, durante un tiempo que
debe oscilar entre los 5-15 minutos si queremos que resulte efectivo.
Repetiremos el ejercicio varias veces al día, dos o tres. De este modo
tonificaremos la musculatura de nuestra espalda, conseguiremos que la
inactividad no deje más secuelas de las debidas en nuestra espalda y nos
resultará más fácil hacer que nuestras salidas a la calle se acerquen más a un
agradable paseo que a un peligroso martirio.