Todas las personas
independientemente de su situación que tengan, padecen de guerras internas o
dicho de otra manera conflictos intra- personales. Cada uno conoce sus
circunstancias, así como sus propios embrollos familiares. El duelo como tal,
no es sinónimo de muerte, pero si de la palabra pérdida. Es hablar de dolor, de
sentimiento de vacío y melancolía.
Nos
encontramos muchos casos que beben de este sentimiento, de personas que
ingresan, que saben la realidad que hay en sus espaldas y se desmoronan. Se
enfadan con el mundo, se comportan mal con las personas de su alrededor. Y eso
porque?porque la vida ha pasado a ser “otra” en la que no son los de “antes”.
Nadie les ha preguntado nada y la
situación les ha cambiado, el escenario es otro. Oscuro, triste, frio y con una
soledad donde cada vez toma más forma y volumen. El sentimiento de
vulnerabilidad está a flor de piel, tambaleando en el que pasará con el que no
pasará. A pesar de todo ello, nadie lo sabe, NADIE es conocedor del futuro del
otro. A pesar de que hayan más personas, más casos, más situaciones y más
pronósticos y diagnósticos. La individualidad del ser humano es tan magnífica
como cruelmente minúscula. Y la pregunta es: Que podemos hacer los
profesionales respecto a ésto? DAR DE LA MANO literalmente y metafóricamente
hablando. Acompañar, reconfortar y guiar.
Kubler Ross icono de referencia
del duelo ya nos habló de las etapas de negación , ira, culpa, depresión y
aceptación. Según la teoría, hay que pasar por cada una de ellas. Durante
aproximadamente 6 o 18 meses. Una vez identificado en que punto nos
encontramos es importante, ofrecer un
propósito, o facilitar los propios recursos para aceptar la pérdida en si. Pequeños consejos modificadores del entorno pueden ser de gran
ayuda. Plantearse un “objetivo” a cumplir por mes, cualquier pequeño paso será
un gran camino hacia el bienestar. Elaborar una carta de despedida al “antiguo
yo” o bien a la persona ausente. Todo lo que uno pueda exteriorizar y poner
hacia fuera será bueno para el camino correcto con la meta final de la
aceptación. Si tenemos una mano, una
sonrisa, una palabra o un silencio, al lado todo será más fácil.
Patricia Lucas
Psicóloga clínica y neuro rehabilitadora
Centros Amunt